viernes, 12 de febrero de 2010

28-07-2003

Y fue una mañana de julio lavando trastes,

corrí hacia un castillo junto a mi hermano

salimos de un lugar que hasta hoy no recuerdo,

él entró primero ahí me entere que el supremo había muerto,

llame la atención a tan grave e inapropiado comentario,

luego lo vi vestido de blanco y sonriéndome,

lo abrasé y le acaricie el rostro, pude sentir su barba crecida,

le conté que hacia mucho que deseaba su atención,

me miro, me sonrió,

luego me contó una historia de aquella mujer de hierro

que no sabia arar pero podía manejar un arma

llego una de las hijas del hombre y la mujer de hierro,

reprochándome un deseo y el empezó a morir de nuevo,

¡No mueras! ¡No mueras!, gritabale al oído, ¡No mueras abuelo!

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